Nada dura para siempre, ni siquiera tú vas a estar siempre aquí. Todo termina, todo se rompe. Y probablemente, empieza a romperse mucho antes de que nos demos cuenta. Intentamos solucionarlo, frenar algo que en el fondo sabemos que es inevitable. Pocas veces lo conseguimos, y esas pocas que lo logramos, las cosas nunca vuelven a ser como eran antes. Cuando algo empieza a romperse, por mucho que intentemos pegarlo, sujetarlo, cuidarlo, el daño está hecho.
Al principio son pequeños detalles, esos 'estás diferente' que cada vez se repiten más, esos silencios que no importaban pero que ahora se han convertido en largos e incómodos espacios de tiempo que intentamos esconder con absurdas palabras, esos besos que te dejan sin ganas de más, esas sonrisas que cada vez son un poquito más fingidas, y sobretodo, esas enormes ganas de volver atrás, al instante en que surgió la primera grieta, ver que ocurrió, arreglarlo antes de que sea demasiado grande.