Querida almohada:
Quería darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí. ¿Quién me ha visto llorar más veces que tú estos últimos meses? Y ninguna de las veces ha sido de alegría. Te he abrazado cuando he tenido miedo porque no sabía qué iba a pasar al día siguiente, cuando mi mundo se ponía patas arriba y yo no podía mantener el equilibrio, cuando la gente de mi alrededor me engañaba, cuando jugaban con mis sentimientos, cuando no encontraba nada a lo que agarrarme para dejarte por la mañana y lo único que quería era que el día pasara rápido para volver a estar contigo. Todos esos días en los que no sabía quién quería ser, en los que no sabía por qué camino tirar sin equivocarme, fuiste la única que estuvo ahí. Nunca hablas, pero tampoco me juzgas. Simplemente escuchas mis gritos, mis llantos, mis súplicas y mis insultos. Escuchas pacientemente entre mis brazos lo que pienso de cada una de las personas de mi alrededor, cosas que nunca llegarían a imaginar. Porque no están siendo buenos tiempos, porque cada día hay algo que me impide ser feliz por pequeño que sea. Pero por muy difícil que haya sido el día, por muchas ganas que haya tenido de tirar la toalla, sé que al llegar a casa estarás tú, esperando a escucharme como cada noche.
Tengo una última cosa que decirte. Sé que últimamente las lágrimas que comparto contigo no son buenas, y que me faltan argumentos para sonreír mientras recuerdo lo que ha pasado durante el día, pero recuerda estas palabras: algún día, cuando menos te lo esperes, volveré a llorar a tu lado, pero esta vez será de felicidad. Y entonces, cada vez que te cuente cómo ha ido el día, no podré disimular la ilusión que me provoca levantarme cada día y la sonrisa que ilumina de nuevo mi cara.
Quería darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí. ¿Quién me ha visto llorar más veces que tú estos últimos meses? Y ninguna de las veces ha sido de alegría. Te he abrazado cuando he tenido miedo porque no sabía qué iba a pasar al día siguiente, cuando mi mundo se ponía patas arriba y yo no podía mantener el equilibrio, cuando la gente de mi alrededor me engañaba, cuando jugaban con mis sentimientos, cuando no encontraba nada a lo que agarrarme para dejarte por la mañana y lo único que quería era que el día pasara rápido para volver a estar contigo. Todos esos días en los que no sabía quién quería ser, en los que no sabía por qué camino tirar sin equivocarme, fuiste la única que estuvo ahí. Nunca hablas, pero tampoco me juzgas. Simplemente escuchas mis gritos, mis llantos, mis súplicas y mis insultos. Escuchas pacientemente entre mis brazos lo que pienso de cada una de las personas de mi alrededor, cosas que nunca llegarían a imaginar. Porque no están siendo buenos tiempos, porque cada día hay algo que me impide ser feliz por pequeño que sea. Pero por muy difícil que haya sido el día, por muchas ganas que haya tenido de tirar la toalla, sé que al llegar a casa estarás tú, esperando a escucharme como cada noche.
Tengo una última cosa que decirte. Sé que últimamente las lágrimas que comparto contigo no son buenas, y que me faltan argumentos para sonreír mientras recuerdo lo que ha pasado durante el día, pero recuerda estas palabras: algún día, cuando menos te lo esperes, volveré a llorar a tu lado, pero esta vez será de felicidad. Y entonces, cada vez que te cuente cómo ha ido el día, no podré disimular la ilusión que me provoca levantarme cada día y la sonrisa que ilumina de nuevo mi cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario